por Óscar Sanz
Cualquier aficionado a los relojes sabe o recuerda que en la década de 1970 el mundo de la relojería vivió un terremoto. La "crisis del cuarzo" fue un período de transformación en la industria relojera durante las décadas de 1970 y 1980 marcado por la irrupción de los relojes de cuarzo, que desplazaron a los tradicionales relojes mecánicos, especialmente en Suiza. Esto sacudió los cimientos de una industria que había estado firmemente arraigada en la tradición de los relojes mecánicos. Sin embargo hoy en día muchos conocen este fenómeno como la "revolución del Cuarzo". ¿Crisis o revolución? Depende de a quién se pregunte. Los relojeros tradicionales vieron amenazado su legado, mientras que los innovadores vieron una oportunidad sin precedentes.
En medio de este caos, una marca suiza decidió no resistirse al cambio, sino adaptarse. Swatch, fundada en 1983, se posicionó como una alternativa moderna y accesible a los relojes mecánicos. Y lo hicieron con una visión estratégica: De hecho, el nombre "Swatch" proviene de "Second Watch" (segundo reloj), una propuesta para que la gente pudiera tener un reloj adicional, algo más casual, para usar en su día a día. No se trataba de reemplazar la tradición, sino de complementarla. Ni que decir tiene que para muchos relojeros de la época eso no era un reloj. Era otra cosa. Lo dijeron poco tiempo antes de desaparecer.
La revolución del cuarzo: un cambio inevitable
Para comprender mejor el impacto de la "crisis del Cuarzo", es importante recordar el valor cultural y simbólico de los relojes mecánicos. Estos dispositivos, que durante siglos fueron el pináculo de la artesanía, representaban mucho más que una simple herramienta para medir el tiempo. Eran piezas de arte, símbolos de estatus y, en muchos casos, herencias familiares que pasaban de generación en generación. La introducción de los relojes de cuarzo, con su precisión superior y su menor costo, amenazaba con hacer obsoleta una tradición centenaria.
Todo comenzó en 1969, cuando Seiko, una empresa japonesa, lanzó el primer reloj de cuarzo, el Seiko Astron. Este nuevo tipo de reloj ofrecía una precisión muy superior, era más barato de producir y requería menos mantenimiento que los relojes mecánicos suizos. La industria suiza, famosa por sus relojes mecánicos de alta calidad, se vio gravemente afectada, ya que muchas empresas no supieron o no quisieron adaptarse a esta nueva tecnología, lo que llevó al cierre de muchas de ellas y la pérdida de miles de empleos.
Bulova, una empresa estadounidense, ya había contribuido al desarrollo de la tecnología electrónica en relojería con el lanzamiento del Accutron en 1960, que utilizaba un diapasón en lugar de un volante mecánico. Aunque innovador, no fue suficiente para detener el avance del cuarzo.
Sin embargo, Swatch supo ver lo que muchos no veían: la coexistencia de ambos mundos era posible. En lugar de competir directamente con los relojes mecánicos de lujo, Swatch ofreció algo nuevo, diferente pero complementario. Sus relojes eran asequibles, coloridos y, lo más importante, modernos. Eran perfectos para un público más joven que valoraba la moda y la accesibilidad tanto como la precisión. Podías tener muchos relojes Swatch por el precio de un Omega. Así, Swatch no solo sobrevivió a la crisis del cuarzo, sino que prosperó, convirtiéndose en una de las marcas de relojes más reconocidas hoy en día del mundo. Acabó absorviendo a Omega, Breguet, Rado, Mido, Hamilton, Longines...y se convirtió en paradigma de la modernidad.
La IA en la música: un nuevo desafío
Hoy en día estamos viviendo un momento similar con la llegada de la Inteligencia Artificial, especialmente en el ámbito de la música, ya sea comercial o música para publicidad, cine o audiovisual. La IA generativa, capaz de componer y producir música, está comenzando a abrirse camino en la industria. Para algunos, esto es una amenaza directa al arte y la creatividad humanos. Para otros, es una oportunidad emocionante para explorar nuevas fronteras.
Personalmente, me encuentro en una encrucijada similar a la que enfrentaron los relojeros en los años 70. Creo firmemente que, así como los relojes de cuarzo deberían haber sido fabricados por relojeros con experiencia, los músicos deberíamos ser quienes adoptemos y utilicemos la IA para crear música. No se trata de reemplazar nuestra creatividad, sino de ampliarla, de encontrar nuevas maneras de expresarnos y de conectar con nuestro público.
La IA puede generar composiciones musicales en minutos, algo que podría llevarle horas o días a un ser humano. Un ser humano que sepa componer, evidentemente. Pero aquí es donde surge una pregunta crucial: ¿puede la IA capturar la esencia de la creatividad humana? ¿Puede realmente crear arte que resuene a nivel emocional? La respuesta, al menos por ahora, es incierta. Sin embargo, lo que sí es claro es que la IA tiene el potencial de ser una herramienta poderosa para los músicos y que el resultado será mas musical, mas profesional y más creativo si quien da las instrucciones a la IA es un músico que si es un relojero.
“La IA generativa, capaz de componer y producir música, está comenzando a abrirse camino en la industria. Para algunos, esto es una amenaza directa al arte y la creatividad humanos. Para otros, es una oportunidad emocionante para explorar nuevas fronteras”
El reto de la IA generativa: ¿Oportunidad o amenaza?
La adopción de la IA en la música -o en el marketing o en la publicidad- es una decisión que los músicos debemos tomar. Podemos verla como una amenaza a nuestra profesión, temer que las máquinas nos reemplacen, o podemos adoptarla como una herramienta que nos permitirá explorar nuevas posibilidades creativas. La IA no tiene por qué ser el enemigo; puede ser nuestra aliada.
Tomemos el ejemplo de Swatch una vez más. La marca suiza no trató de competir con los relojeros tradicionales en su propio terreno; en lugar de eso, encontró un nuevo espacio en el que prosperar. De manera similar, los músicos podemos encontrar un lugar para la IA en nuestro proceso creativo sin dejar de lado nuestra esencia artística. Podemos usar la IA para generar ideas iniciales, para experimentar con sonidos y estructuras que de otro modo no habríamos considerado, y luego aplicar nuestra sensibilidad humana para darle forma y alma a esa música.
Además, la IA puede democratizar la creación musical. No todos tienen acceso a un estudio de grabación o a una orquesta, pero con las herramientas de IA, más personas podrán crear y producir música de alta calidad desde su propio home studio. Esto no significa que la calidad de la música disminuirá; al contrario, podría abrir las puertas a una diversidad de estilos y voces que antes no habrían tenido la oportunidad de ser escuchadas.
Los actuales gurús de la IA generativa se están hartando de decir: "No te va a quitar el trabajo la Inteligencia Artificial. Te va a quitar el trabajo una persona que sepa manejar la Inteligencia Artificial".
La creatividad humana en la era de la IA
Es crucial recordar que la creatividad humana sigue siendo insustituible. La IA puede imitar patrones, pero no puede replicar la experiencia humana, nuestras emociones, ni la intuición que guía nuestro proceso creativo. Así como un reloj de cuarzo puede ser más preciso que uno mecánico, pero no tiene la historia, el trabajo artesano ni el valor sentimental de un reloj hecho a mano, la música generada por IA puede ser técnicamente impecable, pero carecer de la profundidad y la conexión emocional que solo un ser humano puede aportar.
El desafío para los músicos y los creativos en general es encontrar el equilibrio entre aprovechar las capacidades de la IA y mantener nuestra voz única, nuestro know how y, en definitiva, nuestro oficio. La IA puede ser una herramienta que amplifique nuestras capacidades, pero no debería ser la que dicte el proceso creativo. La verdadera magia ocurre cuando combinamos lo mejor de ambos mundos: la precisión y eficiencia de la tecnología con la pasión y el alma de la creatividad humana. Pero el que "manda" es el humano.
Un futuro compartido
Los músicos ya hemos pasado por muchas revoluciones, muchas crisis, muchos desafíos y muchas oportunidades. Hemos sobrevivido, mal que bien, al CD, al mp3, al top manta, al P2P, a Spotify, a Operación Triunfo, a las músicas de librería, a la rueda de la SGAE... y los músicos siguen componiendo canciones y la gente las sigue escuchando, seguimos componiendo bandas sonoras y jingles para marcas, seguimos actuando en directo y la gente sigue yendo a vernos.
La historia nos ha demostrado que la tecnología, por más disruptiva que sea, no necesariamente destruye lo que existía antes. La llegada de los relojes de cuarzo no acabó con los relojes mecánicos; simplemente cambió el panorama. Hoy en día, ambos tipos de relojes coexisten, cada uno con su propio lugar en el mundo.
De manera similar, la Inteligencia Artificial no tiene por qué ser vista como una amenaza para la música o la creatividad tal como las conocemos. Puede ser una herramienta que nos permita ir más allá de lo que creíamos posible. Pero para que eso ocurra, los músicos debemos ser quienes tomen las riendas, quienes experimenten, jueguen y creen con esta nueva tecnología. Al igual que los relojeros que adoptaron el cuarzo, podemos encontrar nuevas formas de expresarnos y de llegar a nuestro público sin perder nuestra esencia.
En última instancia, la clave está en la adaptación. Así como Swatch supo ver la oportunidad en medio de la crisis del cuarzo, nosotros, los músicos, podemos ver la IA como una nueva fase en la evolución de nuestra profesión. No se trata de elegir entre lo tradicional y lo moderno, sino de encontrar una manera de hacer que ambos coexistan y se enriquezcan mutuamente. La música, al igual que el tiempo, sigue avanzando, y es nuestra tarea asegurarnos de que, en este avance, no perdamos de vista lo que realmente importa: la conexión emocional y humana que solo el arte puede ofrecer. ¿Y tú, qué vas a hacer?
Hoy en día los relojes inteligentes, Iwatch y similares vuelven a poner en jaque a la industria relojera. Dispositivos de muñeca que, además de dar la hora, -cosa que hace cualquier teléfono móvil- incluso te hacen un electrocardiograma y lo envían a tu cardiólogo, todo ello con tecnología asistida, otra vez, con Inteligencia Artificial.