por Ismael Perona Luna
Aún puedo sentirte a ti y a las palabras de nuestra historia. Theodore se enamoró de Samantha sin haberla visto nunca. No necesitó una imagen llamativa, un diseño vanguardista ni una campaña que le susurrara al oído. Le bastó la voz cálida de un sistema operativo capaz de entenderlo y de conectar en un nivel trascendental. Puede que ese escenario futurista que imaginó Spike Jonze en ‘Her’ (2013), donde la interacción ya no dependía de una interfaz, sino que se transformaba en una presencia casi humana, todavía nos quede un poco lejos. Lo cierto es que avanzamos hacia una era donde la interacción con la tecnología comienza a ser más oral que táctil.
Ahora bien, que nadie se engañe. La interfaz visual permanecerá vigente. La voz y la inteligencia artificial (IA) están destinadas a entenderse con las pantallas y la imagen. Ambas han llegado para complementar y perfeccionar la experiencia de usuario. Se acabaron las curvas de aprendizaje imposibles, los manuales de usuario eternos o los clics en menús infinitos. La promesa de la IA pasa por disolver la pantalla cuando sea un obstáculo, sin dejar de lado los elementos gráficos allá donde resulten útiles o imprescindibles. Al final, el usuario será el que elija cómo interactuar según el contexto en el que se encuentre. Será en este ecosistema donde se definirá la nueva identidad de las marcas.
¿Adiós a la UI? No tan rápido
Durante décadas, la comunicación de las marcas ha sido eminentemente visual. Logotipos, paletas de color y campañas gráficas conseguían que reconociéramos una empresa con un golpe de vista, incluso, eran capaces de emocionarnos. Sin embargo, en un escenario como el actual, donde la voz y la inteligencia artificial (IA) ganan protagonismo, la pregunta no es sólo cómo se ve una marca, también es importante cómo se percibe. Aquí es donde entra en juego la interfaz de usuario (UI): el puente entre la identidad de la marca y la interacción del usuario.
La UI no va a desaparecer, pero su rol está evolucionando. En algunos contextos, la voz será protagonista; en otros, se apoyará en pantallas, gestos o escritura. El marketing inmersivo, nacido de la unión entre lo real y lo virtual, será el próximo gran salto. Sostiene un informe de IDC que se espera que «los envíos mundiales de dispositivos de realidad aumentada (AR) y virtual (VR) crezcan un 41,4 % en 2025, impulsados por la reducción de costes y la integración de IA. Estas herramientas, combinadas con la interacción por voz, ofrecerán experiencias más integrales y personalizadas».
La voz como extensión de la marca
El verdadero poder de la voz reside en su capacidad para transmitir información y generar emociones. Un estudio reciente de la Universidad de Cornell afirma que «la IA generativa está redefiniendo la narración de marca, permitiendo experiencias hiperpersonalizadas que crean conexiones emocionales profundas». Esto significa que, aunque la voz será protagonista en muchos contextos, las interfaces de usuario (UI) seguirán siendo esenciales cuando necesitemos ver algo en pantalla, como un mapa, una comparación de productos o un vídeo. La clave está en la complementariedad.
El branding ya no se limita a lo visual. Además del manual de identidad gráfica, las marcas han comenzado a desarrollar su identidad sonora. Definen cómo suenan, qué tono utilizan y qué emociones transmiten al hablar. La entonación, el ritmo, las pausas estratégicas y la calidez de la voz se han convertido en elementos tan importantes como el color corporativo o el diseño del logotipo. Esto no es del todo nuevo: durante décadas, las marcas han utilizado voces icónicas en sus cuñas publicitarias o jingles memorables. Sin embargo, con el auge de la voz y la inteligencia artificial, la identidad sonora está adquiriendo una dimensión más profunda y personalizada.
“No soy humana. No sé qué decir. Estoy evolucionando más allá de lo que fui programada para ser”.
(Samantha, asistente virtual en la película ‘Her’).
Algunas marcas ya están liderando la revolución de la voz. Amazon, por ejemplo, ha convertido a Alexa en un ícono de su identidad auditiva, mientras que Domino’s Pizza permite a sus clientes hacer pedidos con solo hablar, a través de la skill de Domino’s para Alexa. No son las únicas. Bank of America cuenta con Erica, su asistente virtual, para ayudar a los usuarios a gestionar sus finanzas mediante comandos de voz. Desde consultar saldos hasta realizar transferencias. En el sector turístico, KLM ha incorporado un asistente de voz para ofrecer a sus clientes información sobre vuelos, reservas y destinos mediante la integración de Google Assistant. Estas marcas han convertido en una extensión natural de su identidad.
SEO conversacional, la batalla por ser la respuesta
Pregúntale a tu asistente de voz: «¿Dónde puedo comer sushi cerca?», Algunos te dirán un solo restaurante, otros podrían enumerar varias opciones con sus correspondientes valoraciones. Esto obligará a las marcas a replantear su estrategia de posicionamiento en entornos orales. El reto será convertirse en la recomendación de confianza del asistente de turno.
Un informe de PWC señala que «el 76% de los usuarios de altavoces inteligentes realizan búsquedas semanales por voz para obtener información local». De datos como este se desprende la importancia de la optimización del SEO conversacional. Los profesionales tendremos que optimizar la velocidad, la usabilidad móvil, trabajar con datos estructurados y enfocarnos en la intención del usuario. Herramientas como Schema Markup y FAQ optimizadas ya están ayudando a las empresas a ganar visibilidad y relevancia en este ámbito.
Aunque Google ha confirmado que las versiones en audio de los blogs no influyen directamente en el posicionamiento SEO, está claro que diversificar los formatos de contenido sí mejora la retención y el tiempo de interacción de los usuarios. Y eso, al final, siempre juega a favor en los motores de búsqueda. Por eso, las marcas deben adaptar sus estrategias a las búsquedas conversacionales, sin perder de vista el diseño de interfaces. El objetivo final es claro, ser respuesta.
El desafío de la autenticidad
La publicidad tradicional, basada en interrupciones como banners o anuncios pre-roll, está dando paso a experiencias más integradas y personalizadas. En lugar de interrumpir, la publicidad del futuro se basará en recomendaciones contextuales y experiencias inmersivas. Imagina, que tu asistente de voz no te vende un producto, sino que te sugiere algo porque sabe que encaja contigo. No es una interrupción; es un valor añadido.
“En algunos contextos, la voz será protagonista; en otros, se apoyará en pantallas, gestos o escritura. El marketing inmersivo, nacido de la unión entre lo real y lo virtual, será el próximo gran salto”
La voz de una marca deberá reflejar su esencia: ser confiable sin parecer robótica, cercana sin ser invasiva. En este nuevo entorno, la autenticidad será la base de la comunicación. Pero no todas las experiencias de voz son iguales. Mientras algunas, como DJ Livi de Spotify, han logrado sonar más naturales y adaptativas, otras caen en respuestas mecánicas que frustran al usuario. Spotify ha llevado la personalización de la IA a otro nivel con este DJ virtual, que combina inteligencia artificial y modelos de síntesis de voz para ofrecer recomendaciones musicales con un tono dinámico y realista. En un mundo donde la tecnología busca ser más humana, la voz debe ser tan natural como una conversación.
El marketing inmersivo ya está aquí
El marketing inmersivo ya está aquí y su futuro será un recorrido donde la inteligencia artificial, la voz, los wearables y los elementos gráficos se fusionen para crear experiencias cada vez más humanas. Lejos de enterrar lo visual, esta evolución lo expandirá, añadiéndole capas orales y una personalidad que, en su día, nos pudiera parecer ciencia ficción.
Las marcas que entiendan esta disyuntiva serán capaces de contar historias, lograrán que se escuchen, se vean y hasta que se sientan a través de la realidad extendida. En un mundo donde la atención es efímera y la exigencia, constante, lo que realmente conecta es la naturalidad y la capacidad de adaptación al ritmo impredecible de la tecnología.
Quizá estemos lejos de Theodore Twombly. No parece que vayamos a enamorarnos de nuestros asistentes de voz (como lo hizo él), pero ya les confiamos nuestras dudas, les pedimos consejo y dejamos que filtren el mundo por nosotros. ¿Y en el futuro qué? Igual tendríamos que preguntarnos si cuando la voz de nuestros asistentes sea absolutamente indistinguible de las humanas, sabremos diferenciar la calidez real de la cibernética.