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La suerte de irse fuera por trabajo

Por Mercedes Segura Amat.

La movilidad geográfica por razones laborales es una de las causas y también de las consecuencias de la globalización. Se trata de uno de los grandes fenómenos de nuestro siglo, y afecta a una parte de la población laboral en el mundo. Sin embargo, las diferencias por zonas geográficas son notables. En la UE tan sólo el 3% de sus ciudadanos reside en otro país de la UE[1], frente al 30% de los norteamericanos. Si se analiza por países, España debería ser uno de los miembros de la UE con mayor movilidad geográfica laboral en los últimos años, como consecuencia de la crisis. La tasa de paro en España, aunque con tendencia decreciente, es aún elevada (20,7% en 2015, 18,4% en 2016, 17,8% en abril 2017). Sin embargo, el desempleo ha provocado una movilidad limitada. La predisposición en España a trasladarse por razones laborales es baja. En nuestro país la mayoría de la gente prefiere no moverse, no cambiar, no ya de país sino de ciudad. El informe anual de Infojobs sobre nuestro mercado laboral indica que sólo el 33% de los candidatos tiene una voluntad positiva de cambiar de residencia por un empleo. Cruzando estos datos con los que realmente se inscriben a vacantes fuera de su comunidad autónoma el porcentaje baja al 29%, hay una diferencia notable entre la intención y la realidad.

Luego, no es que los españoles no quieran irse fuera, ni siquiera están predispuestos a cambiar de comunidad autónoma. El irse fuera en nuestro país tiene mala prensa. Algo que podría entenderse como un enriquecimiento, incluso como una suerte, se vive como una fatalidad.  Entre los más jóvenes la percepción está cambiando[2]: un 24% de los jóvenes ve emigrar como una buena oportunidad. Pero aún queda camino por recorrer: un 25% considera la emigración un último recurso y un 32% emigraría solo en caso de necesidad.

Evidentemente las circunstancias del cambio son decisivas para entender la motivación. Hay quien se va porque quiere, otros porque pueden y otros porque no tienen más remedio, con lo cual la sensación no es que se van, sino que les echan. Sin embargo, independientemente de la oferta que se baraje, la actitud ante ese cambio es fundamental para que sea un éxito, en lo laboral y también en lo personal. Es cierto que los cambios cuestan y pueden dar miedo, es cierto que los inicios entrañan dificultades, y en cada cambio de ciudad y de trabajo habrá un inicio que exigirá un esfuerzo adicional. En la fase inicial habrá sacrificios, desencuentros, comparaciones y añoranza.  Pero sé por mi propia experiencia[3] y la de muchos otros expatriados que, si se persevera, tras el desconocimiento viene la información, tras el desencuentro viene la comprensión, al menos con algunos, después de la búsqueda y los errores aparecerá la rutina con la que se sentirán a gusto. Como el esfuerzo es grande, la recompensa – esto es, la satisfacción personal de conseguir ser feliz fuera – también lo es.

La intensidad con la que se vive, la celeridad con la que se hacen buenos amigos, la posibilidad de reinventarse, el enriquecimiento de conocer otras culturas… las recompensas del vivir fuera son muchas. ¿Por qué no ver ese cambio como una suerte? Vivir fuera es una forma de innovar, puede vivirse como una oportunidad, incluso como un privilegio.

[1]“ Labour Mobility in Europe” Mikkel Barsalund, Matthias Busse, Nº.327, march 2015, CEPS Policy Brief.

[2] “Jóvenes y empleo, desde su propia mirada” elaborado por el Centro Reina Sofía, 2016.

[3] La autora ha vivido diecisiete años fuera de su Barcelona natal, en París, Milán, Luxemburgo, Madrid y Roma, y ha realizado quince mudanzas en total.


Mercedes Segura Amat. Autora de ¡Me voy! Todo lo bueno de vivir fuera, para los que se van y… para los que se quedan. www.mercedessegura.com
Es economista y también actriz. Durante años fue directiva de multinacional, y después reorientó su carrera hacia la actuación, la comunicación personal y la producción teatral. Licenciada en Ciencias Empresariales y MBA por ESADE y por HEC – Paris, es profesora asociada de ESADE desde 2003, conferenciante y asesora en comunicación personal y oratoria para directivos.
Fue directiva de marketing en diversas multinacionales (Procter & Gamble, Reckitt Benckiser, PwC). En paralelo desarrolló su pasión como actriz estudiando arte dramático, hasta que decidió aunar ambas pasiones. Ha producido teatro, actuado en teatro y cine, y publicado el ensayo ¡A escena! Lo que el teatro aporta a la comunicación empresarial (Ed. Urano, col. Empresa Activa, 2007) basado en sus clases de teatro para directivos.
Por su profesión o siguiendo a su pareja ha vivido diecisiete años fuera de su ciudad natal, en París, Milán, Luxemburgo, Madrid y Roma, y realizado quince mudanzas en total. Su historia, su evolución como profesional y como persona, van del todo ligadas a sus vivencias en cada mudanza y en cada lugar.