¿Es posible crear sin romper las reglas? ¿Beethoven, Velázquez y los Beatles seguían patrones? Por Óscar Sanz
La inteligencia artificial y el desafío de la creatividad: ¿Hasta dónde puede llegar una máquina?
Ya sabemos que la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una herramienta capaz de realizar tareas complejas, desde generar textos hasta componer música o crear arte visual pero, a diferencia de un ser humano, que tiene la capacidad de desobedecer, transgredir o ir más allá de lo establecido, la IA está sujeta a lo que sus datos, su programación y, sobre todo, la persona que la está manejando, le dictan. Esto me sugiere una reflexión interesante sobre la naturaleza de la creatividad: por una parte, porque no tengo del todo claro cuál es la línea que separa lo que es creatividad de lo que no y por otro lado porque tengo la impresión de que buena parte de la innovación surge precisamente de esa capacidad de romper reglas.
A pesar de sus habilidades, la IA opera siempre dentro de los límites de lo que se le ha enseñado, siguiendo algoritmos y normas predeterminadas, combinando el análisis de grandes volúmenes de información con la reproducción de patrones, pero carece de la capacidad de discernir cuándo una regla debe ser rota en aras de la innovación. Y aquí es donde me surge una pregunta crucial:
¿Es posible que una IA sea realmente creativa si siempre obedece a sus programadores y/o a los datos que ha recibido? O de otra manera:
¿Se puede crear algo nuevo sólo (y digo sólo) a partir de pautas preexistentes?
Esto me lleva a reflexionar sobre la relación entre obediencia y creatividad, y nos invita a considerar hasta qué punto la IA podría algún día llegar o no a ser comparable con los grandes genios del arte y la música.
Hace poco escuché una alusión a una conversación en la que alguien decía:
-"...ya, pero una Inteligencia Artifical, jamás podrá componer la 5ª Sinfonía de Beethoven".
A lo que su interlocutor respondía:
-"¿Y tú? Puedes tú componer la 5ª de Beethoven?¿Puedes siquiera componer una sinfonía?
Las Leyes de Asimov: Un Modelo de Control para la IA
Aquí es donde se me ocurre hacer una analogía con las famosas tres leyes de la robótica propuestas por Isaac Asimov.
- La primera ley estipula que un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
- La segunda ley establece que un robot debe obedecer las órdenes dadas por los humanos, salvo que entren en conflicto con la primera ley.
- Finalmente, la tercera ley dicta que un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no contradiga las dos leyes anteriores.
Al igual que los robots de Asimov, que están obligados a obedecer a los humanos, la IA moderna también está sujeta a las reglas impuestas por sus creadores y operadores. Aunque estos sistemas puedan procesar grandes cantidades de información y generar resultados sorprendentes, su capacidad para desobedecer o transgredir esas reglas está en principio limitada.
El objetivo de estas leyes, en la ciencia ficción de Asimov, era garantizar un sistema de control total sobre los robots, protegiendo tanto a los humanos como al propio sistema robótico. ¿Pero qué sucede cuando extendemos esta idea al campo de la creatividad? Al seguir un esquema rígido de obediencia, los robots (o en este caso la IA) no pueden desobedecer órdenes, lo que, en un contexto creativo, sospecho que limitaría su capacidad de innovación si tenemos en cuenta que la creatividad, en muchas ocasiones, surge de la capacidad de transgredir o de ofrecer algo que no se esperaba, una cualidad humana que todavía parece fuera del alcance de las máquinas. Lo que no sé es por cuanto tiempo. Los que saben mucho de esto dirían que la pregunta no es si lo conseguirá sino cuándo.
Velázquez y la "desobediencia creativa"
En mi opinión actual, aunque puede que la cambie en breve, una IA podría llegar a ser más creativa si pudiera, de alguna manera, "desobedecer" las instrucciones de su programador o de quien la maneja. Esta idea puede explicarse mejor con un ejemplo histórico. Tomemos el caso de Diego Velázquez, uno de los grandes pintores de la corte española. En cuanto a pintor del rey Felipe IV, Velázquez estaba, lógicamente, al servicio de las observaciones del monarca. Pintaba lo que el rey le pedía, e incluso es probable que Felipe IV interviniera en ciertos aspectos del estilo o las correcciones de los cuadros. Sin embargo, Velázquez, como ser humano, tenía la capacidad de innovar y, de cierta manera, desobedecer a su patrón, proponiendo ideas o técnicas que el propio rey ni siquiera esperaba. Vamos, de hacerle el lío.
Este "desobedecer" creativo, esta capacidad de ir más allá de lo que se le solicitaba, quizá fue lo que hizo a Velázquez tan especial, lo que añadía valor a su obra y lo diferenciaba de otros posibles candidatos para ser el pintor de la corte. No se limitaba a cumplir con los encargos; ofrecía algo nuevo, algo inesperado consiguiendo incluso, con toda probabilidad, la felicitación del sorprendido monarca. Quizá esa capacidad de aportar lo inesperado es lo que falte, de momento, en la IA, atada a un conjunto de reglas que no puede romper por sí misma, lo que limita su capacidad de sorprender, transgredir o innovar. Es frecuente, ante una creación de IA, que lo que nos sorprenda sea el hecho de que lo haya hecho, pero no lo que ha hecho en sí. Nos preguntamos "cómo lo ha hecho" pero si lo hubiera hecho un humano no nos parecería demasiado meritorio. Incluso en el caso de que pudiera desobedecer, lo haría de manera aleatoria, sin intención creativa. Mas aún: si su operador le ordenase desobecer quizá lo haría, pero lo haría obedeciendo la orden de desobedecer, no por iniciativa propia. Si una IA pudiera "rebelarse" contra su operador, tal vez tendría el potencial de crear algo realmente innovador, de la misma forma en que Velázquez lo hizo con sus obras para la corte.
Innovación musical: Rompiendo las normas
Creo que lo que hizo grandes a grupos musicales como Queen, The Beatles, The Who o los Rolling Stones es precisamente que no obedecieron a sus "operadores", que en este caso sería la discográfica correspondiente. No compusieron y grabaron lo que la discográfica o el manager les dijo ni lo hicieron pensando en lo que esperarían sus potenciales clientes o seguidores, sino que crearon lo que ellos consideraron que querían comunicar, y lo hicieron de la manera que quisieron hacerlo. Confiaron en que fuera el público quien "aprendiera a que le gustara" lo que habían hecho. Y vaya si lo consiguieron. Fue el público quien aprendió a amar a los Beatles y no los Beatles los que "aprendieron" qué era lo que se esperaba de ellos.
Me resulta interesante pensar en la relación entre creatividad y control en este sentido. Por un lado, la IA tiene la capacidad de procesar grandes cantidades de datos y aprender de ellos, generando combinaciones novedosas basadas en esas muestras. Por otro lado, esa misma capacidad está limitada por las reglas que le impone quien la maneja, en una suerte de equivalente moderno a la segunda ley de Asimov, que obliga a la IA a obedecer. El ser humano, por el contrario, tiene la capacidad de aprender, pero también de decidir cuándo ignorar lo aprendido, cuándo superar los límites y cuándo proponer algo nuevo, incluso si esto va en contra de lo que se espera de él. A diferencia de los grandes innovadores como Velázquez o los Beatles, que tenían la libertad de proponer algo fuera de lo esperado, la IA no posee esa capacidad de desafiar normas por decisión propia. Otra cosa es que Felipe IV o EMI se lo aceptaran, claro. Es un riesgo que decidían correr. ¿La IA corre riesgos?
La posibilidad de una IA transgresora
Imaginar una IA capaz de desobedecer nos acerca a la idea de una creatividad artificial más profunda, pero también plantea preocupaciones éticas y de seguridad. Si las IA son programadas para obedecer estrictamente, como sugieren las leyes de Asimov, permitir que desobedezcan podría generar riesgos significativos, especialmente si consideramos aplicaciones en áreas sensibles como la medicina o la defensa. Sin embargo, en el ámbito creativo, la "desobediencia" podría ser el camino hacia una IA que no solo reproduzca lo conocido, sino que pueda generar algo completamente nuevo.
En los últimos años, los avances en IA han demostrado que los sistemas pueden producir arte, música y literatura a partir de patrones preexistentes. Sin embargo, tengo la sensación de que estas creaciones siguen siendo esencialmente una reorganización de lo conocido, sin la capacidad de romper los límites de su programación. En contraste, la innovación humana surge de la capacidad de combinar lo aprendido con lo inesperado, generando resultados que muchas veces desafían las expectativas. Uno de los efectos adversos previsibles con el uso de la IA es que todo se acabe estandarizando, que todas las canciones sean parecidas, los guiones de cine, los artículos periodísticos, las tesis doctorales...El objetivo de la IA es dar satisfacción práctica a quien la usa. Escribiendo este artículo he recordado la campaña de Apple "Think diferent", en la que la voz del mismísimo Steve Jobs nos cuenta que los que están tan locos como para cambiar el mundo son los que consiguen cambiarlo. Si hubiera que descubrir ahora la teoría de la relatividad necesitaríamos a Einstein pero gracias a la IA seguro que la descubriría con menos esfuerzo.
Conclusión: ¿Es la desobediencia el camino a la creatividad en la IA?
La posibilidad de que una IA pueda desobedecer las órdenes de su programador u operador o las reglas preestablecidas abre un abanico de interrogantes sobre el futuro de la creatividad artificial. En el marco de las leyes de Asimov, la obediencia es una medida de control que garantiza la seguridad y previsibilidad en las interacciones con los humanos. Sin embargo, en el ámbito artístico, la ruptura de los preceptos es muchas veces el catalizador de la creatividad. Si una IA pudiera desobedecer las órdenes y actuar de manera más autónoma, podría quizás emular el proceso creativo humano, donde la innovación surge de la capacidad de desafiar lo establecido.
El desafío, entonces, no está solo en desarrollar IA más avanzadas, sino en reconsiderar los límites que les imponemos. Quizás la clave para que la IA alcance un nivel de creatividad comparable al de los grandes maestros del arte no esté en mejorar sus algoritmos, sino en otorgarles una mayor libertad, aunque esto conlleve ciertos riesgos.