por Patricia Ochando
Es lunes. ‘Día libre de videoconferencias’ en la empresa. Han tenido que hacerlo así para que todos pudieran descansar de la fatiga de videollamadas, y de paso avanzar un poco en el resto de tareas. Detrás de la pantalla del portátil juegan los niños, uno de ellos a punto de saltar en caída libre desde el sofá. Por encima del sonido de los dedos tecleando en el ordenador se escucha un pitido largo, tres cortos. La lavadora ha terminado.
A lo largo de este último año y medio de disrupción, prácticamente todos hemos visto y vivido este tipo de situaciones: desde el CEO humanizado, informando puntualmente a toda la empresa desde el salón de su casa, hasta el empleado en prácticas arrimando el hombro desde su habitación de estudiante. La pandemia nos ha igualado a todos, poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación. Y, honestamente, estamos superando esa prueba con nota.
En el último Edelman Trust Barometer presenciamos el desplome de la confianza en todas las instituciones, y cómo las empresas eran las únicas que los españoles considerábamos tanto éticas como competentes. Vimos que la desconfianza se alimenta de la desinformación, y que sobre las empresas recaía la responsabilidad de rellenar ese vacío de liderazgo, asumir un rol informativo y tomar acción real en problemas sociales más allá de su área específica de actividad.
Las empresas, en mayor o menor medida, han asumido esa responsabilidad: se implementó el teletrabajo para proteger a todos, se distribuyeron equipos, se invirtió en digitalizar los procesos; todos nos familiarizamos con la palabra townhall, esas videollamadas multitudinarias en las que los responsables de las empresas informan puntualmente a todos sus empleados. Una mayor transparencia se ha impuesto.
Por todo ello, no sorprenden los resultados del último Informe Especial del Edelman Trust Barometer: ‘El empleado impulsado por sus creencias’ elaborado en agosto de 2021 con datos de 7 mercados (USA, UK, China, India, Brasil, Alemania y Japón) y que toma el pulso global al estado de la confianza de los empleados. El 77% considera a su empleador la institución más digna de confianza, y casi el 60% considera los medios propios de su empleador la fuente de información más creíble.
“Los empleados impulsados por sus creencias son más proclives a recomendar productos o servicios de empresas coherentes con sus valores, son más fieles a su empresa y están más comprometidos con su éxito”
Los empleados de esas empresas – que han adaptado sus hogares y sus vidas haciendo hueco al trabajo en el espacio privado de sus vidas personales, que han realizado un esfuerzo extra cuando ha sido necesario para sacar el negocio adelante por el bien de todos -, se han convertido en el público más importante para garantizar el éxito de una compañía a largo plazo, por encima incluso de sus clientes. El 90% de los consumidores cree que las marcas deben hacer todo lo posible para proteger el bienestar y la seguridad financiera de sus empleados, incluso si eso significa sufrir pérdidas financieras.
Y, a pesar de que el miedo a perder el empleo sigue siendo elevado (78%, 3 puntos menos que en enero de 2020), los acontecimientos derivados de la pandemia han provocado un cambio sustancial en la mentalidad de los empleados: el 60% piensa que tiene más poder ahora para provocar cambios en su empresa, que antes de la pandemia.
Este es el hallazgo más relevante del nuevo Informe, por todas las implicaciones que conlleva: los que buscan empleo son más selectivos en cuanto a los valores de su futuro empleador y demandan acción por su parte, con un 34% que declaran haber abandonado su empresa porque ésta no tomó partido en un asunto político o social.
Construir confianza a través de un impacto compartido entre empresa y empleado
La pandemia nos ha forzado a un periodo de reflexión, en el que muchos se han replanteado la forma en la que vivimos y trabajamos, la huella que dejamos o las causas que apoyamos o ignoramos. Estos valores renacidos son los que están empoderando a los empleados, llevando a un 60% a elegir a aquellas empresas que más representen sus creencias. La nueva propuesta de valor para los empleados tiene tres palancas que por primera vez adquieren la misma importancia: las tradicionales recompensas en forma de avance profesional y económico, un nuevo enfoque centrado en el bienestar de los empleados -con horarios flexibles y trabajo remoto-, y un compromiso del empleador para actuar solucionando los desafíos de la sociedad.
Una nueva mentalidad que también funciona en positivo; los empleados impulsados por sus creencias son más proclives a recomendar productos o servicios de empresas coherentes con sus valores, son más fieles a su empresa y están más comprometidos con su éxito. Se trata de una vuelta de tuerca en la responsabilidad que las empresas deben asumir en la sociedad post-pandémica, que abre interesantes oportunidades para aquellas que se comprometan a recorrer la distancia existente entre la mera defensa de valores y la actuación efectiva para garantizar su cumplimiento.
Comienza una era de impacto compartido: si los empleados de una empresa han actuado por el bien común en los malos tiempos, no es difícil imaginar hasta dónde puede llegar su apoyo si se les ofrece la posibilidad de participar en la defensa de aquello en lo que creen.