Diseño: ¿A qué jugamos?
29 de mayo de 2007
Que la profesión de diseñador todavía no ha sido tomada muy en serio por muchos ámbitos, especialmente el sector privado, es evidente. Cualquiera diseña. Cualquiera pinta. Pero pocos son los elegidos que estudiando Derecho, Filosofía, etc. son capaces de “diseñar” una web, una marca o maquetar una publicación sin respeto por las normas básicas de cada disciplina. Hay gente que lo verá cool, transgresor o refrescante. Aún así, es su dinero y ellos deciden.
Lo grave es que sea el sector público –la Administración- quien se sume a la moda y se olvide de respetar a los profesionales gráficos españoles. Grave –digo- porque son los poderes públicos los garantes del fiel cumplimiento de la Ley y el respeto de los derechos de los ciudadanos. Y un concurso público no es una tómbola.
Si al ciudadano se le exige el conocimiento de la Ley, a los gestores públicos –especialmente a los técnicos de cada área- se les debería exigir conocimiento suficiente de la labor que realizan y del tema que les ocupe. De esa falta de formación, otros hablarían de respeto, nacen agravios comparativos como el que paso a relatarles.
El Gobierno Español ha convocado –y cito textualmente- “un concurso de ideas con el fin de seleccionar un logotipo que pueda ser utilizado en todas las actividades en que deba identificarse al Gobierno de España”.
Lo gracioso es que se nos pide un logotipo. Un término que etimológicamente tiene su origen en la unión de la palabra logos (discurso de base) y de tupos, que alude al punzón tipográfico. O, si lo prefieren, tal y como indica el diccionario de la Real Academia Española (RAE) el distintivo formado por letras, abreviaturas, etc. peculiar de una empresa, conmemoración, marca o producto. Entonces, ¿qué nos pide el Gobierno Español?.
Antes de responder a esto, voy a hacer un par precisiones más, para tratar de aclarar cuál es el despropósito. Cuando se plantea la aparición de la tipografía, se suele cometer el error de identificar los tipos de Gutenberg con las letras actuales, mientras que la realidad es que el artesano alemán lo que desarrolló fue conjuntos de letras ligadas o enlazadas que intentaban representar las agrupaciones habituales de los trazos manuscritos.
Son estas abreviaturas ligadas las que tomaron el nombre logo-tipos, ya que no se correspondían a letras sueltas, sino a diferentes unidades mínimas de letras que Gutenberg usaba para imitar la escritura manuscrita. Por ello, la tipografía es en su origen el arte de escribir con tipos.
En este sentido, si la caligrafía es escritura dibujada, el logotipo es una palabra diseñada. Hay autores que definen al logotipo como la traducción visual del nombre, algo así como la firma de la entidad a la que representa. Luego concluyamos que el concepto de logotipo no puede desvincularse de lo que entendemos como texto.
Pero, entonces ¿qué es lo que nos propone el Gobierno Español?. ¿Que ideemos un “nombre” que sustituya al actual y le demos un tratamiento gráfico acorde?. ¿Qué intuyamos que quieren que ideemos un símbolo gráfico con similares intenciones?. O acaso nos está pidiendo que creemos una marca identificativa del Gobierno Español –con o sin símbolo- y que, ya puestos, no ofenda al resto de entes autonómicos que rechazan que el símbolo que representa a España sea una bandera.
Y digo esto, no por convicción política alguna, sino porque las bases dejan muy claro que “los diseños del logotipo deberán estar inspirados en los colores de la bandera de España y deberán ser versátiles, con capacidad para aplicarse en diferentes formatos o espacios”.
El problema es que este error conceptual no se dirige a profesionales que seguro entenderán el despiste, sino que, ancha es Castilla, se dirige a cualquier ciudadano español que se sienta inspirado. “Podrán participar en este concurso cualquier persona física o jurídica. Quienes tengan interés en participar en el presente concurso podrán presentar distintas propuestas, sin estar limitado el número de ellas, debiendo ir acompañada cada una de ellas de su respectivo seudónimo”.
Entiendo que, amparándose en el titulo preliminar de nuestra Constitución, ese en el que se dice que “ la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” , los redactores del documento consideran que no hace falta acreditar cualificación profesional para desarrollar un trabajo de esta magnitud.
Que la selección natural la haga la carga de documentación solicitada para el concurso, bajo el eufemismo de “se valorarán positivamente”. Por cierto, ¿existe otra forma de valorar?. En este apartado indican que las propuestas “muestren cómo se adapta el logotipo a los espacios y formatos en los que éste se incluirá en el futuro (web, cartelería, papelería, publicaciones, etc.). Las propuestas que muestren cómo sería un manual de imagen institucional inspirado en el logotipo presentado". Y todo esto al generoso precio de 12.000 euros para el que gane. Que a los gráficos les va lo de trabajar sin cobrar.
En España, los concursos se han puesto de moda. Tan de moda que hasta la Administración se apunta. Uds. trabajen. Nosotros -los que carecemos de formación hasta para escribir unas bases correctas- decidiremos.