La prensa
30 de noviembre de 2010
Daniel Campo, director de El Publicista (Columna nº 234)
Ya es sabido que la prensa, la prensa mundial en general, se debate entre el papel y el entorno digital, entre un soporte y los multicanales, entre la gratuidad y el cobro por contenidos, entre viejos lectores y jóvenes ojeadores, entre las grandes estructuras de antaño y las ligeras y tecnológicas plantillas de ahora. También entre el papel que juega en la sociedad y en el mix de los medios.
Son tiempos de cambios, en los que estamos todos sumidos. Cambia el soporte, la presentación, la distribución, la venta y cambian, y mucho, los lectores-consumidores. Pero hay algo que permanece y que en todo caso varía muy poquito. Son los contenidos, quizá servidos de una forma más audiovisual, pareja a los nuevos gustos, pero al fin y al cabo contenidos. Teñidos generalmente con una buena dosis de investigación que caracteriza a la filosofía de la prensa, con información y opinión que es repicada en otros medios y que lo único que le falta es quizá dotar de creatividad para llegar a unos lectores cada vez más exigentes, incluso convertidos en propios editores. Pero no debemos olvidar que detrás de cualquier actividad están los profesionales, y éstos en prensa son los periodistas. Creo que la gratuidad y el conformismo de los lectores con contenidos poco serios no debe hacernos perder el norte. Más aún es necesario valorizar el trabajo y recuperar el carisma y la referencia que tenían los diarios. Y eso es tarea de todos. Lo hecho, hecho está, pero los contenidos premiun deben cobrarse, así como los servicios prestados con las nuevas tecnologías, smartphones o tables. Me agradan ejemplos de editoras que prefieren no incluir publicidad, a tener que regalarla por la inserción en papel.
Los diarios son marcas, y como tales han evolucionado para llegar a sus consumidores empleando una multiplataforma (papel, web y dispositivos móviles) complicada y costosa. Y el problema es que la empresa editora tiene que atender esa dispersión de soportes con la misma plantilla, los mismos contenidos y unos ingresos no correspondidos con el esfuerzo, al menos de momento. Esa apuesta debe ser apoyada por los anunciantes, comprendiendo que la multiplicación de soportes se corresponde con una suma de audiencias, muchas veces no cuantificada y menos valorada como calidad de impacto.